domingo, 24 de marzo de 2013

VALENCIA

      Mariano, el novio de mi amiga/hermanastra Sofía está viviendo en Valencia. Y con la excusa de que era su cumpleaños y las fallas valencianas, me tomé el renfe (tren) para ir a visitarlo por tres días.
    Valencia es una ciudad hermosa. Acá ven una foto mía para los que dicen que nunca me saco fotos (odio hacerlo).
    


     Dado que sigo desempleada y los euros cotizan caros, me saqué el pasaje más barato que había (ratona, dirían en bsas). Cabe aclarar que la distancia entre bcn y vln es de 300km aproximadamente y el viaje es lo que se suele decir en criollo un tren lechero: para en todas las estaciones habidas y por haber. El viaje duró más de 5 horas! 

    Obviamente, viajar tantas horas sola sin mate y con un libro casi terminado, derivó en que me ponga a escribir. Y si, claro, pensé en él.
    Éste viaje tiene una gran cuota de duelo. Porque al fin y al cabo eso es: doler. Todo el tiempo me digo a mi misma: es ridícula la idea de no volver a verte.
   Supongo que es lo primero que te golpea en un duelo: la incapacidad de pensarlo y de admitirlo. Simplemente la idea no me cabe en la cabeza. ¿Ya está? Él, que tanto espacio ocupaba en mi mundo ¿dónde se metió? Es que mi cerebro (bueno, y menos mi corazón, claro) no puede comprender que haya desaparecido para siempre. [Siempre. Siempre, nunca, palabras absolutas que no podemos comprender.]

   Cuando apenas se destapó la olla de todo ésto, mis amigos me decían "llorá, llorá, es muy bueno"; es como que te digan "es un granito, hay que apretarlo bien fuerte para que salga el pus y listo". Y no sé ustedes, pero la verdad que los primeros momentos son cuando menos ganas de llorar tuve, estaba como en shock y fuera de mi misma. Entonces me decían que al pasar el tiempo, todo iba a tomar otro color, y que tenía que ser optimista frente al futuro, recuperarme de mi pena. Joder, como si se tratara de una gripe! Y para mi, ahí está el error: uno no se recupera, se reinventa.
  Ojo, no quiero decir que vaya a vivir ésto por dos años enlutada, encerrada vestida de negro, flagelada y llorando por los rincones. Creo que el duelo y la vida no tienen nada que ver con eso. Es más, me atrevo a decir que la vida es tan bella, tan impredecible, que incluso desde los primeros momentos de la pena te permite disfrutar de instantes de alegría: una linda canción, una tarde de mates con las gurruminas, las risas de la titi, matute y toto. De a poco, como crece una plantita bien pequeña, la vida sigue su curso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.